Variantes:
1- Pueden inventar una historia entera, a partir de la frase indicada por el profesor.
2- Para ser más divertido, un alumno puede inventar de 3 a 5 líneas (según la edad), y el siguiente, a partir de lo leído o aportado por su compañero anterior, continuar la historia inventando otras líneas.
¿Un ejemplo? ¡Vámos a ello!
Al caballero Arnaldo le gustaba comer las setas asadas con la salsa de la carne los domingos. Pero aquel domingo de verano, cuando fue a preparar su plato favorito, se dio cuenta de que no disponía de los ingredientes necesarios. Estuvo pensando durante un buen rato, y decidió marcharse al pueblo más cercano a buscar los ingredientes que le faltaban en la despensa.
Cuando llegó, se encontró a la gente más estrafalaria que había visto nunca. Tipos vestidos de arlequín con la cara pintada, mujeres en leotardos haciendo cabriolas encima de una cuerda y un oso rídiculamente vestido montado en un monociclo que se dirigía a una tienda cuanto menos extraña, al igual que sus habitantes. Arnaldo entró y encontró a una anciana sentada en una vieja y gris silla en la esquina de la tienda. Sin él decirle nada, la mujer arrugada le dijo que se acercara porque tenía algo para él y era de suma importancia.
Arnaldo se sentó, de mala manera, en una silla empolvorientada y enmohecida que había en una de las esquinas de la tienda. La anciana tomó de una caja de oro, unas conchas que enseguida extendió a las manos del caballero. Mientras que las depositaba, comentó que cada una de las conchas poseía un poder muy especial, con la primera, de un color esmeralda, podría viajar al pasado, con la segunda de color rubí, viajaría al presente y por último, la tercera de color de un zafiro, le serviría para viajar al futuro.
¿Qué eres? ¿una bruja? -la preguntó con cierto desprecio. La anciana, en silencio, le miró fijamente-. ¿Y cuánto va a costarme? -preguntó sarcástico-.
- Nada, soy yo quien te estoy pagando -contestó secamente la mujer-.
Sin entender lo que la anciana le decía, Arnaldo agarró las conchas, las echó al zurrón y sin prestarla más atención salió de la tienda. La algarabía continuaba en las calles, los juglares hacían sonar sus laudes entonando a viva voz antiguos cantares de guerra...
en la despensa. Cuando llegó, se encontró a la gente más estrafalaria que había visto nunca. Tipos vestidos de arlequín con la cara pintada, mujeres en leotardos haciendo cabriolas encima de una cuerda y un oso rídiculamente vestido montado en un monocilo que se dirigía...
ResponderEliminar... a una tienda cuanto menos extraña, al igual que sus habitantes. Arnaldo entró y encontró a una anciana sentada en una vieja y gris silla en la esquina de la tienda. Sin él decirle nada la mujer arrugada le dijo que se acercara porque tenía algo para él y era de suma importancia.
ResponderEliminarArnaldo se sentó, de mala manera, en una silla empolvorientada y enmohecida que había en una de las esquinas de la tienda. La anciana tomó de una caja de oro, unas conchas que enseguida extendió a las manos del caballero
ResponderEliminarmientras que las depositaba, comento que cada una de las colchas poseía un poder muy especial, con la primera, de un color esmeralda, podía viajar al pasado, con la segunda de color rubí, viajaría al presente y por último la tercera colcha del color de un zafiro, para viajar al futuro.
ResponderEliminar- ¿Qué eres? ¿una bruja? -la preguntó con cierto desprecio. La anciana, en silencio, le miró fijamente-. ¿Y cuanto va a costarme? -preguntó sarcástico-.
ResponderEliminar- Nada, soy yo quien te estoy pagando -contestó secamente la mujer-.
Sin entender lo que la anciana le decía, Arnaldo agarró las conchas, las echó al zurrón y sin prestarla más atención salió de la tienda. La algarabía continuaba en las calles, los juglares hacían sonar sus laudes entonando a viva voz antiguos cantares de guerra...