Un frío día de invierno, Pablo y yo fuimos al médico a realizarnos una revisión médica, y nuestra madre nos acompañó. Yo, como siempre, salí antes que Pablo de la consulta del doctor. Nada más cerrar la puerta de la sala con gran sigilo, mi madre me clavó su mirada. Las palabras no me brotaban, sentía el corazón acelerado y un cosquilleo continuo que recorría todo mi ser. De repente, cuando perdí la esperanza de poder articular palabra, hablé, mientras asomaban a los ojos de mi madre pequeñas gotas saladas. Me habían diagnosticado una horrible enfermedad, lo que limitaría a partir de entonces mi vida. Ella, con los ojos cargados de lágrimas, me abrazó fuertemente y me susurró al oído que me quería, y que su amor por mí, al igual que por mi hermano Pablo, era inmenso."
JUNIO 2013
Hace 11 años
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