Hoy es el primer crepúsculo del dos mil once. En mi silencioso domicilio, hemos comido los restos del exquisito festín que el último número del mes de Diciembre todos ingerimos.
El cielo se exhibe cubierto de nubes y no veo ni un espíritu desde mi dormitorio. En mí, un sentimiento diferente, un sentimiento que desconozco. Nuevos propósitos en mi mente, y con ellos, difíciles decisiones... Enciendo un poco de incienso y respiro el deleitoso olor que desprende. Me siento en el mullido sillón y enciendo el televisor, y sin previo susurro, viene Morfeo.
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